martes, 23 de diciembre de 2008

THYSSEN Y EL REY SALOMÓN.

Quizás lo que nos quede a los pobres sin remisión ni posibilidad de bula para carne alguna, sea disfrutar, de la ajetreada y absurda actividad social y familiar, de los ricos sin remisión ni posibilidad de bula para volver a la pobreza del chato de vino y el pincho moruno.
Últimamente la exhibición de trastos a la cabeza de suegra y nuera se ve enriquecida por el marido sin habla, engordado a base de proteínas sin fibra y con un extenso ropero digno de los Ángeles del infierno, que nos explica con una limitada oratoria, pero haciendo gala de su buen corazón, la disputa entre la madre despechada y la nuera despechugada entregadas a la batalla mediática.
Antes, la herencia del barón era el objetivo y el botín de guerra de los dos ejércitos. Y entre bodas, podas indiscriminadas y grandes mansiones extendidas del uno al otro confín, nos entretenían y como en un partido de fútbol esperábamos que se cumpliesen las apuestas hechas a golpe de calendario y portada de revista.
Hoy la historia es otra y aunque Salomón decida de quien o a quien pertenece cada hijo, haciendo gala de su rigor científico, no es el criterio del rey ecuánime el que importa, sino la falta de él por parte de las madres de cada uno. Pero para rizar más el rizo son los hijos, uno con su enorme estampa de matón de discoteca y el otro con su inocente presencia, los que tratan, sólo con su buena voluntad, de poner paz en este laberinto de pasiones.
Después del lamentable espectáculo ofrecido, esperamos que recuerden que con tanto dinero no es necesario que se muestren al mundo tal como son. Simplemente les basta con no exhibirse y disfrutar, tal vez del chato de Vegasicilia y el pincho de foie con jamón ibérico en una de sus mansiones y nos dejen en paz a nosotros y a sus propios hijos al menos hasta que tengan uso de razón.

Elreydelsuin.

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